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La Obsolescencia Programada

La obsolescencia programada consiste en diseñar y fabricar productos con una vida útil limitada para obligar al consumidor a reemplazarlos por otros nuevos. Esta estrategia comercial, ha generado un gran debate en torno a su impacto en la economía, el medio ambiente y los derechos del consumidor.

El engaño programado

La obsolescencia programada supone un engaño para el consumidor, ya que se le induce a comprar productos que no cumplen con sus expectativas de durabilidad. Los productos son diseñados de tal forma que se vuelven inútiles después de un tiempo determinado. Esto obliga al consumidor a comprar productos nuevos o a pagar por reparaciones costosas.

Este engaño es especialmente grave en el caso de los productos electrónicos. Los teléfonos móviles o los ordenadores, se renuevan constantemente con nuevas versiones y actualizaciones. Esta estrategia se utiliza para mantener a los consumidores en un ciclo constante de compra y actualización. Lo que genera grandes beneficios económicos a los fabricantes en detrimento de los consumidor.

Además, la obsolescencia programada tiene graves consecuencias medioambientales. La producción masiva de productos de corta duración genera una gran cantidad de residuos y contribuye a la contaminación del aire, el agua y el suelo. Añadir que la extracción de materias primas y la producción de energía necesarias para fabricar estos productos tienen un impacto negativo medioambiental.

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Los gobiernos cómplices

A pesar de estas graves consecuencias, los gobiernos han sido hasta ahora poco efectivos en la regulación de la obsolescencia programada. Una de las dificultades radica en establecer una definición clara de la obsolescencia programada, ya que implica distintas prácticas y estrategias utilizadas por los fabricantes. Algunas formas comunes de obsolescencia programada incluyen la reducción deliberada de la vida útil de un producto mediante el uso de componentes de baja calidad, la falta de disponibilidad de piezas de repuesto o actualizaciones, y la incompatibilidad con nuevas tecnologías o sistemas.

Cabe decir que los gobiernos son cómplices de esta práctica, ya sea por falta de voluntad política o por intereses económicos. Los grandes fabricantes presionan a los gobiernos para que no regulen la obsolescencia programada, argumentando que esto limitaría su capacidad para innovar y generar empleo.

Es necesario, por tanto, que los gobiernos, presionados por la ciudadanía, adopten medidas efectivas para proteger a los consumidores de las prácticas inmorales. La regulación de la durabilidad de los productos y la eliminación de incentivos fiscales para la producción masiva de productos de corta duración es indispensable.

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El papel de los consumidores

Los consumidores también tienen un papel importante que desempeñar en la lucha contra la obsolescencia programada. Al elegir productos duraderos y de alta calidad, y al apoyar a los fabricantes que adoptan prácticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente, los consumidores pueden contribuir a construir un sistema económico más justo y sostenible para todos.La obsolescencia programada es una práctica comercial desleal que perjudica tanto al consumidor como al medio ambiente. Los gobiernos son cómplices al responsabilizar a los consumidores a través de impuestos en vez de regular leyes que impidan estas prácticas. No obstante, los consumidores tenemos un papel importante que desempeñar en la lucha contra la obsolescencia programada, eligiendo productos duraderos y sostenibles y apoyando a los fabricantes que adoptan prácticas respetuosas con el medio ambiente y los derechos del consumidor. Solo así podremos construir un sistema económico más justo y sostenible para todos.

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Ya que con cada acto de consumo emitimos un voto de confianza, apoyamos una forma de producción y activamos una cadena de abastecimiento con la que beneficiamos a empresas que tal vez estén contribuyendo al abuso social, medioambiental, económico, laboral, cultural y político.

En el presente siglo asistimos a un empoderamiento y una evolución social determinante: la del consumidor.A través de entrevistas con personalidades, con agentes claves del cambio, del análisis de modelos productivos alternativos y de unos hábitos de compra conscientes, este ensayo periodístico con vocación de servicio público re descubre el consumo como una fórmula de acción para crear flujos de redistribución de la riqueza más justos, éticos, ecológicos y responsables. 

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